16 diciembre 2010

Sobre la nada nuestra

Tantos y tantos siglos intentando construir una personalidad individual poderosa, asentada y bien definida para que ahora toda una recua de científicos sociales, psiconeurólogos y futurólogos de variado pelaje nos informe de que pronto nos convertiremos en simples nodos individuales dentro de una red global de conocimientos, modos y experiencias. Cada uno de nosotros será una simple neurona en un gran cerebro universal que funcionará al unísono, sin estridencias ni desajustes. Cada uno será una celdita dentro de la gran colmena humana y deberá contribuir con su propia cera y miel a los objetivos globales.
A los defensores de estas teorías se le ponen los ojos como chiribitas al comentar esas cosas. Alguno incluso llega a salivar sin medida pensando en un futuro tan prometedor.
Sin embargo no le dan tanta relevancia al  problema de los disidentes. Es obvio pensar que al igual que ocurre en los cuerpos vivos, los que se nieguen o tengan la insensata idea de elegir su propia camino se verán abocado a sufrir la dura represión de los leucocitos de turno. Ninguna excrecencia, ninguna bacteria, ninguna extraña infección puede ser permitida por los controladores del bien común. 

¿Controladores? ¿De que me suena esta palabra? 
Controlar, dirigir, manejar, manipular. 
Alguien tendrá que controlar este tinglado. Alguien tendrá que hacer de araña. 
Esos chicos de las torres de control lo supieron entender como nadie pero fueron demasiado arrogantes. Demasiado reconocibles. Se les vio demasiado el plumero. Su afán crematístico les hizo precipitarse y como otros apresurados pioneros acabarán en el cadalso.
En cambio están los que controlan las finanzas internacionales, los que controlan las economías de los países, los que pueden acabar con un gobierno, reducirle la pensión a tu padre o dejarte en el paro. 
 Ahora les llaman mercados aunque es un nombre como cualquier otro. En realidad nadie los conoce, nadie los puede conocer.  La red global que hemos construido los solapa, los aparta de nuestra vista, los difumina. Decía el Voltaire más cínico que prefería la dictadura a la democracia ya que en aquella sabías a quien cortarla la cabeza en caso de que el gobierno te fastidiase.  
¿A quién hay que cortarle la cabeza en la red global? ¿Quién es el responsable de este lamentable desaguisado? Ni siquiera esos famosos papeles del Wikileaks nos aclaran las cosas. Es cierto que nuestros gobernantes han perdido el culo por quedar bien con el poderoso imperio, pero ahora sabemos que ni siquiera el propio imperio domina la situación. Hay una especie de espíritu ingrato que se cierne sobre todos, como aquellas lenguas de fuego se cernían por encima de los apóstoles para darles fuerza y sabiduría. A decir verdad, es un espíritu poco santo ya que lo que a ellos les otorgaba el  suyo, el nuestro nos lo quita. Ahora nos sentimos más dependientes, más débiles, menos seguros de nosotros mismos. 
Cada hombre, un nodo. Un nodo que delimita una nada. Entre muchas otros nodos que construirán la gran red de nadas que se extenderá de forma absoluta y definitiva.
Sin historia seremos solo pura biología. Volveremos al paraíso que nos arrebataron. 
A la nada que es nuestra.